CEREBRO
El cerebro es la parte más importante de nuestro cuerpo, y la que más trabaja: todo lo que hacemos, todos nuestros sentimientos, son fruto de su trabajo. El cerebro es un conjunto de muchísimas células, millones y millones, como los hilos de hierba de un prado, y podemos imaginárnoslas como diminutas máquinas, mucho más complicadas y perfectas que cualquier máquina creada por el hombre. Trabajan todas juntas para que podamos “funcionar” bien.
Cada una de las zonas de la corteza cerebral controla los movimientos de una determinada parte del cuerpo. Las zonas que controlan las manos y la cabeza son más extensas que las demás: eso quiere decir que utilizamos más cantidad de cerebro para mover las manos o la cara que para las piernas o los brazos. En efecto, con la cabeza miramos, hablamos, silbamos, y con las manos hacemos cosas mucho más complicadas que con los pies.
Decidimos coger un objeto: el cerebro ordena a la mano que se mueva y controla, a través de los ojos, que el movimiento sea correcto. Se trata de un movimiento voluntario. Estamos al aire libre, y un viento nos hace temblar; se trata de un movimiento involuntario, es decir, que ocurre aunque no queramos. Ambos movimientos, sin embargo, dependen del cerebro, como todos nuestros movimientos. Y si nos mantenemos de pie, o parpadeamos, todo eso es también, fruto del trabajo del cerebro.
Bostezar, estornudar, toser, tragar…, todas estas cosas son respuestas del cerebro a algo que sucede a nuestro alrededor. Todas ellas son útiles: hasta el estornudo, que sirve para que salga de la nariz algo que ha entrado en ella., por ejemplo, una pizca de pimienta … Si estás resfriado, la nariz se encuentra siempre llena y estornuda.
Una carcajada alegre y sincera hace que brille el sol aunque sea de noche. Un llanto fuerte hace que la mamá corra a ver qué pasa. Pero cuidado, no vayas a creer que quien hace los caprichos es el cerebro.
¡Qué de cosas hace nuestro cerebro sin que nos demos cuenta! Pone en movimiento los pulmones y el corazón, para que respiremos y la sangre circula por todo el cuerpo; ayuda al estómago a funcionar cuando tiene que digerir la comida; y muchas otras cosas hace a cada momento. A menudo, el cerebro tiene que hacer también horas extras; si, por ejemplo, hace demasiado calor o tenemos fiebre, el cerebro nos hace sudar, y baja, de este modo, la temperatura de nuestro cuerpo,
Cada una de las zonas de la corteza cerebral recibe datos de las distintas partes del cuerpo son los datos sensoriales es decir, las informaciones que los sentidos envían al cerebro. Una gran parte de la corteza cerebral está dedicada a las informaciones enviadas por los labios, que son muy sensibles.
Los ojos me dicen: cae la nieve. La lengua la lengua la prueba: en efecto, está helada. Siento un escalofrío en el cuerpo mientras la nariz me dice que hay un dulce cerca. Las orejas oyen que he cerrado la puerta, corro a la cocina y me como la tarta.
¿Cómo podemos saber lo que ocurre fuera de nosotros?
A través de los ojos, que ven, de las orejas, que oyen, de la lengua, que conoce los sabores, de la nariz, que conoce los olores, y de la piel, que siente el calor , el frío, la forma de las cosas, y si son ásperas o lisas. Estas capacidades, o, mejor dicho, estas facultades, son
nuestras ventanas sobre el mundo. Se llaman sentidos, son cinco, y están controlados por el cerebro: se trata de la vista, del oído, del gusto, del olfato y del tacto.
¿Sabíais que los murciélagos son ciegos, pero se orientan en el espacio con el oído? Consiguen oír unos sonidos que nosotros no oímos: los ultrasonidos. Los gatos ven mejor que nosotros por la noche, pero lo , que nosotros vemos en color ellos lo ven en blanco y negro.
Todas las músicas que puedes escuchar, con siete notas las puedes tocar. Lo mismo ocurre con los sabores: ácido, dulce, amargo, salado, son las notas de nuestro paladar.
Cuando nos hacemos daño, o estamos enfermos, sentimos dolor. No es agradable, pero es útil: de este modo, el dolor nos indica que algo no funciona en nuestro cuerpo. Otras veces, en cambio, los mensajes de los sentidos son agradables: una caricia, un buen sudor , un hermoso paisaje, una bonita música. Podemos educar nuestros sentidos a trabajar cada vez mejor, a conocer nuestros sabores, a escuchar músicas más difíciles, o a observar con mayor atención.
Podemos aprender imitando a los demás. Por imitación hemos aprendido a hablar, escuchando las palabras pronunciadas por los mayores, y tratando de repetirlas, en las mismas situaciones. También de mayores , si queremos aprender un idioma extranjero, tenemos que imitar el modo de hablar de quien lo habla.
Una regla que no hay que olvidar: si quieres, puedes aprender. ¿Cuál es la receta? Un poco de atención, un poco de paciencia, y abundante inteligencia. Quien lo intenta una y otra vez sin temor, ya se puede decir que tiene mucho valor.
Desde que nacemos , y para toda la vida, nosotros aprendemos nuevos actos, nuevas ideas, nuevas palabras. Nunca deberíamos decir de algo: “jamás lo conseguiré”. Con paciencia y buena voluntad, los mayores o los niños podemos tratar de entenderlo y aprenderlo todo. Cuando aprendemos cosas nuevas sigue siendo nuestro cerebro el que trabaja, y el que recuerda luego lo que ha aprendido. Sin embargo hasta ahora no sabemos bien cómo puede aprender y recordar.
Pensar no quiere decir ser aburridos. También imaginar cuentos, inventar juegos, dibujar o tocar un instrumento son maneras de pensar. La imaginación, la creatividad, la fantasía, son el fruto del maravilloso trabajo del cerebro, y no existe aún, sobre la Tierra, un ordenador capaz de hacer lo propio.
¿Cuál es el juego más divertido? Es hacer funcionar la mente. Pensar, descubrir, imaginar, calcular, intuir, proyectar…, por cada hecho, su razón, para cada problema, una solución. Vamos a poner cerebro y manos a la obra, si no sale hoy, saldrá mañana. Luego comparte la fantasía: ¡se piensa mejor en compañía!
Somos inteligentes gracias al trabajo del cerebro ¿Pero que significa ser inteligentes? No es fácil contestar a esta pregunta. Significa saber comparar cosas distintas, y ver en qué se diferencian y en qué se parecen. Del mismo modo, se puede comparar una situación nueva con una ya conocida, para entenderla y para decidir qué es lo que hay que hacer. Nuestro mundo cambia constantemente y nos . presenta siempre nuevos problemas: ¡utilicemos el cerebro, no la violencia!
¿Sabes que tienes un ordenador, el más potente que hay en el mundo? Sabe leer y hacer cuentas, jugar a la pelota y al corro de la patata, pintar, escribir poesía, aprender historia y geografía. ¿Lo has adivinado ya? ¡Estoy hablando de tu cerebro! Cerebros de negros, amarillos, y blancos, cerebros de hombres, mujeres y niños, son todos distintos, ¿has pensado en ello? El mundo es de colores, el mundo es bello.
La palabra atención se puede definir como la capacidad de aplicar voluntariamente a un objeto, es decir, de tener algo en cuenta o en consideración. Existe la atención selectiva, la atención focalizada, la sostenida y la dividida.
La atención selectiva implica filtrar los estímulos que nos rodean para centrarnos en la información que nos interesa. Un clásico ejemplo da cuando estamos en cualquier situación social en la que se producen varias conversaciones simultáneamente, pero solo atendemos a una de ellas.
Aunque algunos estudios experimentales han demostrado cierta influencia del envejecimiento en la capacidad de atención selectiva, la dificultad para llevarla a cabo se reduce cuando las personas mayores tienen experiencia previa en lo que se busca y con lo que se actúa de distracción. En el ejemplo antes expuesto, si son los abuelos quienes van a recoger al nieto a la llegada de la excursión, les será más fácil localizarlo si saben la chaqueta que usa y conocen a algunos compañeros de su clase que si no disponen de dicha información.
Esta forma de atención implica concentración. Sabemos dónde va a aparecer el objetivo, aunque también hay información distractora que debemos ignorar . Requiere de la atención focalizada, ya que sabemos dónde está el objetivo.
Este tipo de atención requiere mantener la atención focalizada durante un periodo de tiempo más o menos largo. Por ejemplo, un trabajador en una distribuidora de fruta cuyo trabajo consiste en retirar todas las manzanas dañadas de entre las que , por una cinta transportadora, van pasando por delante de él. Es más, a veces lo hacemos tan bien , nos centramos tanto en una actividad que no nos enteramos de nada de lo que está sucediendo a nuestro alrededor: no oímos el teléfono, no nos percatamos de que ha empezado un programa televisivo que nos gusta, incluso puede que no advirtamos que nos están llamando y deban hacerlo insistentemente para que reaccionemos.
La atención dividida es la capacidad de atender a más de una cosa simultáneamente. Dividir y alternar la atención se complementan, y por ello se presentan juntas, ya que para atender a dos d más cosas a la vez, normalmente se alterna entre centrar la atención en una y otra cosa . Un ejemplo sería hacer punto y mirar la televisión. La atención puede estar realmente dividida.
Existen muchas actividades que realizamos en nuestra vida cotidiana que no requieren de atención o esfuerzo y que, por tanto, nos facilitan realizar alguna otra cosa al mismo tiempo. Es lo que denominamos procesos automáticos y que, especialmente cuando han sido adquiridos en la infancia y en la juventud, se mantienen intactos en las edades avanzadas. Son ejemplos de procesos automáticos la lectura y la escritura, o, cuando se sabe mecanografía, el teclear sin mirar.
AUMENTO DEL PORCENTAJE GRASO Y DE LA MASA GRASA TOTAL
Por sí sola, la edad no se relaciona con el porcentaje graso en los ancianos sanos. Si la masa grasa, que es metabólicamente muy activa, y la actividad física disminuyen en los ancianos , se reducen también las necesidades calóricas e inevitablemente aparece un exceso de energía acumulada en forma de grasa. Esto ocurre en el grupo ancianos menores de 80 años si no reducen de forma paralela la ingestión de alimentos. A partir de los 80 años, por el contrario, disminuye la masa grasa aunque se mantenga una alimentación similar.
La distribución de la grasa también varía con la edad; en los ancianos se deposita en la región superior del tronco y alrededor de las vísceras, disminuyendo la del depósito subcutáneo y de las extremidades. La medida de la circunferencia de la cintura y su relación con la circunferencia de la cadera están vinculados con un mayor riesgo metabólico de sufrir ciertas patologías (intolerancia hidrocarbo nada, diabetes, hiperlipidemia, hipertensión arterial y enfermedad cardiovascular).
PÉRDIDA DE MASA ÓSEA
Los huesos de las mujeres pierden el 40% del calcio a lo largo de su vida. La mitad de esta cantidad se pierde en los cinco primeros años después de la menopausia, y el recto a partir de los 60 años. Los niveles de 25-hidroxicolecalciferol, imprescindibles para mantener la integridad ósea, disminuyen en los ancianos por una menor ingesta, una menor exposición al sol y, quizás lo más importante una síntesis cutánea ineficaz . No debemos olvidar que el déficit de vitamina D y calcio se asocia además con varias enfermedades (gastritis, alteraciones gástricas atróficas, gastrectomía, insuficiencia renal).
Las consecuencias clínicas de la osteopenia (dolor, deformidad y fractura) implican un alto riesgo de incapacidad en los ancianos. En este caso, la relación con la nutrición es obvia. A este respecto, hay que destacar las medidas preventivas factibles para asegurar la ingesta adecuada de esos micronutrientes (añadir vitamina D a ciertos alimentos, campañas de formación).
DISMINUCIÓN DEL AGUA CORPORAL TOTAL
La deshidratación es una de las causas más frecuentes de alteraciones de electrólitos y de manejo de líquido en la mayoría de los ancianos. Es también un factor que puede distorsionar los valores antropométricos y bioquímicos cuando valoramos el estado de nutrición de un paciente. Además en los ancianos existe una disminución del umbral de la sed y no beben las cantidades adecuadas para reconstituir la homeostasis de los volúmenes corporales.